8 oct 2012

Quiero subirme a lo alto de un edificio de New York.

Sí, con mi canción favorita. Que vaya oscureciendo, que pare la canción y se escuche de fondo el tráfico, con todas las luces de la ciudad encendidas y parpadeantes. Bajar del edificio y cogerme uno de los taxis amarillos con trozos de sillón roto de haberse quedado pillado algún bolso o cremallera, donde miles de personas se han besado cruzando Times Square, llena de esas luces anteriores. Desmontarme de este y entrar a la primera tienda que pille de ropa y empezar a probarme montones de ella, gorros, gafas, camisetas, incluso zapatillas Vans. Primera parada en los pasos de cebra, saltar de blanco en blanco alrededor de la gente y que piensen que estoy loca, pero, no me importa. Ir al Central Park con un vaso de Starbucks lleno de chocolate con nata por encima y señalado en el borde mi nombre con un permanente negro. Después, antes de rendirme y recorrerme toda la ciudad, ir a Wall Street y colarme en todos los edificios donde poder molestar a los que trabajan. Salir pitando hacia Grand Central Terminal y pillar uno de los trenes con un sonido reclamante de ''alcánzame''. Subirme a la Estatua de la Libertad y gritar ''yo puedo'' con todas mis ganas, hasta que me salten las lágrimas por haber llegado tan lejos. ¿Último sitio que quiero ir? Al Puente de Brooklyn, donde poder cogerme de las cuerdas y estar pisando lo mejor, escuchando el sonido del agua debajo de mis pies, o simplemente, soltar una pequeña sonrisa para que la vea todo el mundo. Me quedan sitios, sí, así que allí voy, con unas Converse color negras y toda la suela pintada con boli colocando la primera tontería que se me ocurre. Acabaría por llegar a High Line, un sitio con las mejores vistas que se puede tener. Me gustaría pasar por la Quinta Avenida, para poder leer los carteles de direcciones en color verde con combinaciones alocadas de números y letras. Tener ganas de estar aquí andando miles de kilómetros para un lado y para otro con una mochila cargada de un cuaderno pequeño y un bolígrafo azul, enamora. ¡Esta ciudad es enorme! Y bien, pasar por una tienda de revistas donde el dependiente lleve piercings y el pelo rapado y te pregunte ‘’Do you want something?’’, responder ‘’I love you’’ y salir pitando de allí. Cruzarme las casi 300 calles de Manhattan con las cordoneras negras de pisar tanto charco por la lluvia caída, de besar el suelo una y otra vez, y de tropezar con una señora de unos 60 años que paseaba a su perro tranquilamente. Pues se están acabando las canciones que lleva mi iPod, y la batería, pero esto no quiere decir que abandone ya. Seguiré mi camino, llegaré al hotel, me pegaré un ducha, y por última cosa del día, volveré a gritar ‘’yo puedo’’ por la ventana. Buenas noches New York, te quiero.